Hace unas semanas iba caminando por la calle Medellín y me llamó la atención una señora que gritaba desde un megáfono, la acompañaban un grupo de personas con pancartas, todos reclamaban porque los departamentos que acababan de comprar carecían de suministro de agua. Los gritos de protesta hicieron eco de noticias recientes que acababa de leer, en las cuales residentes de las Colonias Narvarte, Portales y Del Valle llevaban semanas protestando porque no tenían agua desde diciembre. Problemática viene agravando los últimos años en Delegaciones como: Gustavo A. Madero, Tláhuac e Iztapalapa, en donde se han presentado enfrentamientos directos con las autoridades, o tomas de pozos y pipas de agua.
Según una proyección del Banco Mundial, si no hay cambios reales en la utilización del agua en la Ciudad de México, existe el riesgo de quedarnos sin el 50% del suministro actual. No solo es cuestión de disponibilidad futura, ¼ de la población no tiene acceso a agua potable las 24 horas al día y otro 10% no tiene agua todos los días de la semana.
A diferencia de lo que generalmente creemos y escuchamos, el Cutzamala no es el principal suministro de agua de la ciudad de México, sólo representa el 18%, además de que está trayendo el agua desde Michoacán. Pero realmente la gran mayoría de nuestro suministro viene de la reserva de agua que por miles de años se acumuló bajo tierra en los mantos acuíferos. Como señala Fernando González Villareal, en el artículo Estrategias para la Sustentabilidad Hídrica del acuífero del Valle de México: “Aproximadamente 75% de los casi 20 millones de habitantes de la ZMVM dependen del agua subterránea. La vida de la población y la economía de la región dependen básicamente del acuífero.”
Debido a la sobre explotación literalmente estamos secando nuestro pozo. No necesitamos una gran sequía para quedarnos sin agua, el riesgo está latente y se está haciendo muy poco para evitarlo. Como me comenta Víctor Manuel Rico, urbanista especializado en temas hídricos: “Hay muchos diagnósticos de la condición del agua en la Ciudad de México, sabemos que hay una sobre explotación del acuífero de dos terceras partes de lo que consumimos y lo restante lo importamos de otras cuencas a un costo muy alto. Mientras que el 40% del agua que circula por las redes se pierde en fugas y tan solo se trata el 5% de las aguas residuales. Lo que ocasiona más consecuencias sociales y ambientales, además de la deformación que sufre la ciudad por los hundimientos”.
Adriana Palma, investigadora del Instituto de Ingeniera de la UNAM me dijo que: “La sobre explotación es un problema que tenemos desde hace 4 décadas y ya está ocasionando varios efectos: hundimientos, abatimiento del agua subterránea, incremento de grietas y deterioro de la calidad del agua que se encuentra en el acuífero”. Los hundimientos son la demostración más clara de este efecto, la ciudad se hunde en promedio 40 cm al año, pero en algunas zonas como Chalco pueden ser de un metro, con los daños que esto genera en la infraestructura, las edificaciones y la red de drenaje.
Modelo agotado
Según el funcionamiento del ciclo del agua, una vez inicia la lluvia la mayoría es absorbida por la vegetación, lo que no acumulan las plantas sigue escurriéndose por la tierra y se va infiltrando poco a poco en el suelo, formando por un lado los ríos y por otro las reservas de agua subterráneas. Sin embargo, a medida que se van talando los bosques para construir impresionantes edificios de cristal, y arrancando la vegetación para construir preciosas banquetas y asfalto para que puedan transitar tranquilamente los coches; el agua ya no es absorbida por la tierra y simplemente corre por la superficie impermeable. Cuando llueve en la ciudad vemos los efectos de esto, como el agua no desaparece mágicamente, las avenidas se convierten en ríos y los centros comerciales en lagos. Así es como la urbanización ha roto de forma dramática con el ciclo hidrológico y por eso se agrava al doble nuestra crisis de agua, la que tenemos acumulada en el acuífero la estamos extrayendo sin fin y al haber construido en las zonas de infiltración, estamos impidiendo que se vuelva a recargar.
Para Víctor, la Ciudad de México debe ser entendida como una ciudad esponja, era una urbe lacustre hasta que se empezaron a desecar los lagos, ahora es una ciudad alcantarilla. “La forma actual de hacer las cosas no está funcionando, debemos Romper con la estructura lineal del uso del agua: extracción, importación, utilización, contaminación y desecho. Pasar a un enfoque circular, en donde se aprovechen por separado las aguas pluviales, jabonosas y negras, para darles un tratamiento especializado y permitir su reutilización. Las aguas tratadas se podrían ofrecer a centros comerciales, industrias y otro tipo de negocios como lavadoras de coches o de ropa”.
Paloma Neumann, Gerente de la campaña Mega Ciudades de Greenpeace, señala que se está invirtiendo en un modelo que no funciona y es insostenible. “Se están olvidando las verdaderas prioridades: salud pública, calidad de vida y mantener los recursos. Existen los estudios e investigaciones para aplicar las medidas necesarias, la falta de presupuesto tampoco es argumento. Debemos apostar por una infraestructura centrada en captar y aprovechar el agua de lluvia, incentivar a la ciudadanía, empresas y desarrolladores inmobiliarios. Con toda el agua de lluvia que se recibe es un desperdicio inconcebible, puede ser incluso de mejor calidad que la que obtenemos en el grifo; también se debe plantear cómo reincorporarla al manto freático, podría garantizar el suministro futuro y permitir que la Ciudad de México sea viable y vivible”.
Pasar a un modelo circular
Como me comenta Adriana: “El principal problema es que la extracción de agua del acuífero excede el valor de la recarga natural con lluvia, en la actualidad existe un déficit de 25 m³/s (25,000 tinacos cada segundo). Se realizó un plan y con un programa de recarga en todo el Valle de México se podrían recuperar 5 m³/s y sería un proceso de unos 10 años. Es algo que se requiere hacer pero no va a ver el resultado inmediato, los resultados se verían más allá del 2050”.
Además no en toda la ciudad se puede hacer recarga, dependemos mucho del tipo de suelo. Por ejemplo en la zona centro donde estaban los lagos, la capacidad de absorción es muy limitada; pero en el sur, donde las formaciones son permeables (Santa Catarina, Chichinautzin) si se puede infiltrar. En la zona urbana debido al poco espacio disponible, la técnica más utilizada son los pozos de absorción, sin embargo es fundamental que el agua de lluvia sea tratada adecuadamente antes de la descarga, ya que si no se hace, aparte de afectar la calidad del agua, también se pierden capacidad de los pozos.
Víctor me comenta que en el estudio Una Ciudad Sensible al Agua, en el que participó, analizaron la ciudad a partir de los diferentes tipos de suelo, ofreciendo soluciones de diseño para cada condición y enfocándose en la recuperación del espacio público. “Analizamos la ciudad en cortes: en las partes altas en donde está el suelo de conservación, se propone almacenar e infiltrar el agua de lluvia, conforme va descendiendo y se va intensificando la urbanización se van generando estrategias de recepción para retrasar el agua antes del que alcance el punto más bajo. En las zonas más bajas, proponemos almacenar, tratar y reutilizar el agua de lluvia. Por ejemplo colaboramos en el desarrollo del Plan Hídrico para la delegación Miguel Hidalgo, en donde se han promovido los jardines de bio-infiltración. Aunque de forma muy lenta, ya se está avanzando en esa dirección”.
Víctor opina que: “Tampoco se trata de satanizar a los desarrolladores, algunos tienen ganas de hacer las cosas bien y si se orientan de forma adecuada puede llevar a buenos resultados. Se debe crear un marco de colaboración claro y un menú de estrategias a las que puedan recurrir. Por ejemplo, se está buscando que la construcción de la ciudad se compacte en la zona céntrica, pero en este punto la infraestructura es muy vieja, se puede generar una inercia para que nuevos desarrollos en conjunto con el gobierno vayan sustituyendo la red de drenaje y agua potable, algo que con recursos públicos no se lograría”.
Para Paloma es perfectamente posible cambiar la forma como estamos manejando el agua en la Ciudad de México. “Pero una condición indispensable, es que los ciudadanos dejemos la apatía, la resignación y pasemos a una posición activa. La ciudad somos nosotros, no los gobernantes, ellos son funcionarios públicos. Las autoridades no van a hacer nada sino les exigimos. En México somos maravillosos en crear iniciativas innovadoras, esta debe ser nuestra forma de ser, no la corrupción y la violencia. Muchos ciudadanos ya lo están haciendo al nivel de colonias, asociaciones civiles, universidad, grupos vecinales están generando y apoyando iniciativas”.
El sueño de Víctor es una Ciudad de México anfibia, definida por la relación entre el agua y la tierra que sean muy visibles las diferentes capas. “El principal punto crítico es que se agote el agua, pero las oportunidades de generar soluciones innovadoras están ahí. Esconder el agua y su infraestructura ha sido un error, ojos que no ven corazón que no siente, hay que hacerlas más visibles que éstas se conviertan en un espectáculo, algo que se muestre y se dé a conocer que se viva”. Cada año que pasa, nuestro acuífero, principal suministro de agua se está agotando y nosotros nos hundimos con el. Vamos tarde pero la principal solución nos llueve, simplemente tenemos que regresarla a la tierra, retomando el ciclo natural del agua.
1- CÓMO LOGRAR UNA ADECUADA GESTIÓN DEL AGUA EN LA CDMX
Víctor Manuel Rico propone que se deben tener en cuenta tres factores:
1) Integrar toda la documentación existente: revisar y evaluar lo que ya se ha hecho. A partir de esta información desarrollar las soluciones y sobre todo generar indicadores y metas por cumplir.
2) Generar un Marco de cooperación multisectorial: que se comprenda que el agua es un recuso indispensable para la estabilidad de la ciudad y se generen soluciones a corto, mediano y largo plazo en las que participen los diferentes actores: órganos de gobierno federal-municipal, sector privado, academia, especialistas, la banca de desarrollo y sobretodo la sociedad civil y las comunidades locales.
3) Ingeniería financiera: buscar recursos innovadores para generar los proyectos, y sobre todo para operarlos y mantenerlos. No todo puede ser responsabilidad de la ciudad, generar un esquema en donde el sector privado también aporte. Además se requiere revisar la forma en que se está cobrando el agua, cuando te duele el bolsillo, reaccionas para evitar el desperdicio.