Restaurar Nuestro Planeta
21 April, 2021

Fuente: ONU

La Madre Tierra claramente nos pide que actuemos. Los cambios provocados por el hombre en la naturaleza están poniendo en riesgo nuestra existencia y la de las otras espacies con las que compartimos el planeta. La deforestación, el cambio de uso del suelo, la producción agrícola y ganadera intensiva, dejan cada vez en mayor evidencia el impacto para la salud de la humanidad y nuestro futuro.

Los ecosistemas sustentan todas las formas de vida del planeta. Los cambios en la biodiversidad afectan su funcionamiento y pueden ocasionar alteraciones importantes de los bienes y servicios que estos proporcionan. Los vínculos específicos entre la salud y la biodiversidad incluyen posibles impactos en la nutrición, la investigación sanitaria y la medicina tradicional, la generación de nuevas enfermedades infecciosas y cambios significativos en la distribución de plantas, patógenos, animales e incluso asentamientos humanos, algo que está siendo alentado por el cambio climático. Como lo evidencia la pandemia de COVID -19 que ha demostrado la estrecha relación que tenemos con la salud de nuestros entornos naturales.

Restaurar los ecosistemas dañados ayudará a combatir el cambio climático, prevenir una extinción masiva, incluso a reducir la pobreza, si se incluyen a los pobladores de estas zonas y se les reconocen los servicios ambientales que prestan. A pesar de los esfuerzos actuales, la biodiversidad se está deteriorando en todo el mundo a un ritmo sin precedentes en la historia humana. Se estima que alrededor de un millón de especies animales y vegetales se encuentran actualmente en peligro de extinción.

El Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas, el cual se lanza oficialmente este año, tiene como objetivo detener e invertir su degradación en todos los continentes y en todos los océanos.

 

 

Mensaje del Secretario General 2021

“Nuestro planeta se encuentra en un punto de inflexión. La humanidad sigue abusando del mundo natural. De forma irresponsable, saqueamos los recursos del planeta, mermamos sus especies silvestres y tratamos el aire, la tierra y los mares como vertederos. Hay ecosistemas y cadenas alimentarias cruciales que se están viendo al borde del colapso. Esa es una actitud suicida. Debemos poner fin a nuestra guerra contra la naturaleza y cuidar de ella para que recobre la salud”.

“Y eso implica también reducir la contaminación creando economías circulares que generen menos desechos. Esas medidas protegerán nuestro único hogar y crearán millones de empleos. La recuperación de la pandemia de COVID-19 ofrece una oportunidad de que el mundo emprenda un camino más limpio, ecológico y sostenible”.

António Guterres- Secretario General Naciones Unidas

Recordemos hoy más que nunca en este Día Internacional de la Madre Tierra que necesitamos un cambio hacia una economía más sostenible que funcione tanto para las personas como para el planeta. Promovamos la armonía con la naturaleza y la Tierra. Su éxito depende de la colaboración de todos. Estamos en esta lucha juntos con nuestra Madre Tierra.

Zonas urbanas

Las zonas urbanas ocupan menos del 1% de la superficie terrestre del planeta, pero en ellas reside más de la mitad de la población mundial. Pese al acero y cemento, las multitudes y el tráfico, las ciudades siguen siendo ecosistemas cuyo estado tiene una repercusión enorme en nuestra calidad de vida. Los ecosistemas urbanos funcionales ayudan a limpiar el aire que respiramos y el agua que consumimos, contrarrestan el efecto de isla térmica y contribuyen a nuestro bienestar al protegernos de las amenazas y darnos oportunidades de descanso y ocio. También pueden albergar una cantidad sorprendente de biodiversidad.

Los ecosistemas urbanos simbolizan una transformación radical de las zonas naturales a las que han sustituido, que suelen presentar un alto grado de degradación. Una planificación deficiente sella los suelos, lo que deja poco espacio para la vegetación entre las viviendas, carreteras y fábricas.

De igual forma, la impermeabilización de las superficies impide que el agua de lluvia sea absorbida por la vegetación y el suelo, imposibilitando su infiltración y permitiendo que escurra hacia los sistemas de drenaje por las avenidas, generando inundaciones. Por eso las ciudades apuestan cada vez más, por soluciones basadas en la naturaleza para remediar esta situación: los jardines infiltrantes y los humedales urbanos pueden proteger frente a las inundaciones y la contaminación.

 

Los desechos y las emisiones derivadas de la industria, el tráfico y los hogares generan contaminación del suelo, del agua y de la atmósfera. El crecimiento urbano incontrolado engulle cada vez más hábitats naturales y tierras agrícolas fértiles.

Los espacios verdes deben gozar de un papel preponderante en la planificación urbana. Los grupos cívicos y las autoridades municipales pueden limpiar los cursos de agua, plantar árboles y crear zonas arboladas urbanas y otros hábitats para especies silvestres en parques, escuelas y otros espacios públicos. Se pueden rescatar zonas de valor ambiental deteriorada o zonas industriales abandonadas y contaminadas, que se pueden rehabilitar y convertirse en reservas naturales urbanas y lugares para la recreación y relajación.

Entornos de agua dulce

Los ecosistemas de agua dulce proporcionan alimentos, agua y energía a miles de millones de personas, nos protegen de las sequías y las inundaciones, y ofrecen un hábitat único para muchas plantas y animales, incluida una tercera parte del total de especies de vertebrados. Estos ecosistemas van desde los manglares que protegen nuestras costas de los huracanes y la erosión hasta los lagos y ríos interiores repletos de peces, pasando por los humedales que filtran y moderan los flujos de agua al tiempo que almacenan grandes cantidades de carbono.

Los ecosistemas de agua dulce se han visto especialmente degradados; están expuestos a la contaminación provocada por los productos químicos, los plásticos y las aguas residuales, así como a la sobrepesca y la extracción excesiva de agua para el riego de los cultivos, la producción de energía y el abastecimiento a la industria y los hogares.

 

 

  • Se ha perdido más del 85% de la superficie de humedales y aproximadamente, el 40% de la superficie con cuencas hidrológicas ha sufrido una degradación de moderada a extrema.
  • Los ríos sufren un impacto adicional causado por las presas, las canalizaciones y la extracción de arena y grava. Se estima que 1 de cada 3 especies de agua dulce está en peligro de extinción.
  • La cantidad de plástico que se desecha a los mares ha aumentado 10 veces desde 1980 y más de 300 toneladas de metales pesados, sustancias tóxicas, desechos agrícolas e industriales, llegan cada año a los mares.

La protección y la restauración de los ecosistemas de agua dulce pueden traer aparejada la mejora de la calidad del agua; por ejemplo, con el tratamiento de las aguas residuales antes de su vertido. Se deben controlar la pesca y la minería. Se pueden eliminar las presas o mejorar su diseño. Se pueden aprovechar fuentes alternativas de agua como la lluvia y las aguas tratadas. Devolver a los cuerpos de agua el nivel natural de los caudales permite recuperar su capacidad para evitar que el carbono almacenado llegue a la atmósfera.

Bosques

Los bosques y los árboles permiten que la Tierra sea habitable, pues nos abastecen de aire y agua limpios. Al almacenar grandes cantidades de carbono y moderar el clima, constituyen una línea de defensa fundamental contra el calentamiento global. Asimismo, albergan la mayor parte de la asombrosa biodiversidad del planeta; proporcionan sombra, sensación de bienestar y un espacio donde desarrollar actividades recreativas; y respaldan los medios de subsistencia de miles de millones de personas en todo el mundo.

Restaurar este tipo de ecosistema implica devolver los árboles a las antiguas tierras forestales y mejorar el estado de los bosques degradados. Además de plantar especies autóctonas de árboles, la restauración puede incluir la conservación de plantas y animales silvestres y la protección del suelo y las fuentes de agua que forman parte del ecosistema forestal. La tierra explotada con fines agrícolas que cae en desuso es ideal para la recuperación forestal. En los bosques existentes, se pueden plantar especies autóctonas con el fin de regenerar la cubierta arbórea. En algunos casos, los árboles forestales volverán a crecer de forma natural.

La restauración forestal puede asimismo implicar el cultivo de parcelas de bosque y tierras arboladas en paisajes con poblaciones y granjas de gran actividad.

Con estos datos podemos constatar el rápido declive de la diversidad biológica, las funciones ecosistémicas y muchas contribuciones de la naturaleza a las personas. Sin embargo, se plantea que actualmente es posible detener esta tendencia negativa y transitar hacia modos de vida sostenibles, pero se requiere actuar con urgencia.

 

Nuestra población, que va en aumento, somete los ecosistemas forestales a una inmensa presión, lo cual se ve agravado por su afán por la explotación de más tierras y recursos. A escala mundial, cada año se pierden alrededor de 4,7 millones de hectáreas de bosque tropical, una superficie del tamaño de la República Dominicana, para aumentar las extensiones de cultivo intensivo para la obtención de productos agrícolas como el aceite de palma y la carne de vacuno. Muchos de los bosques restantes están sufriendo un proceso de degradación a causa de la explotación forestal, la obtención de leña, la contaminación y las plagas invasoras.

La producción agrícola es uno de los promotores de cambio más fuertes, provocando la degradación del 23% de los suelos, reduciendo su productividad y amenazando la seguridad alimentaria. El 50% de la expansión agrícola entre el año 1980 y el 2000 fue a costa de los bosques tropicales que albergan la mayor biodiversidad del planeta.

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