La Madre Tierra nos pide que actuemos
Fuentes: ONU y Revista Cambio
“La naturaleza sufre. Los incendios en Australia, los mayores registros de calor terrestre y la peor invasión de langostas en Kenia… Ahora nos enfrentamos a COVID -19, una pandemia sanitaria mundial con una fuerte relación con la salud de nuestro ecosistema”.
Sin embargo, no podemos olvidar nuestro principal reto como especie, el cambio climático, que ha demostrado con todo su poder devastador que es evidente, real y que sus efectos están rebasando todos los pronósticos científicos. Lo peor es que es absolutamente impredecible y sus consecuencias son más duraderas y devastadoras. Se han desfigurado las temporadas de lluvia y caen tormentas intensas en muy poco tiempo, que precipitan en un solo día el agua de un mes. Estas situaciones generan caos, inundaciones, crecidas de los ríos, pérdidas de casas e infraestructura, así como de cosechas en el campo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los desastres naturales relacionados con el clima han causado en promedio más de 60,000 muertes al año. Por otra parte, los costos se amplían año con año, la última década se han representado pérdidas récord en todo el planeta que superan los $340.000 millones de dólares, según la aseguradora Munich Re.
Actualmente también estamos viviendo los efectos de otro tipo de devastaciones que perturban la biodiversidad como: la deforestación, las modificaciones del uso del suelo, la producción agrícola y ganadera intensiva o el creciente comercio ilegal de vida silvestre. Detrás de esta enorme sombra está sin duda la codicia humana, la falta de empatía hacia el planeta y el consumismo desmedido. Entre los múltiples efectos que estas situaciones están trayendo para la vida, también pueden aumentar el contacto y la transmisión de enfermedades infecciosas de animales a humanos (enfermedades zoonóticas).
Como lo estamos viviendo con el Covid-19, se están generando varias modificaciones en nuestra forma de vivir y hacer las cosas, que hace evidente por un lado la necesidad de ser más eficientes para desperdiciar y contaminar menos, evitar movilizaciones innecesarias y la utilización de cosas y servicios que no son indispensables. Además, está demostrando que si es posible otro tipo de vida y economía, en donde se recuperen los ciclos naturales y donde volvamos a tener contacto con la tierra y la vida. El impacto de la cuarentena ya se ve en la mejora de la calidad del aire y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, sin embargo, es algo temporal y está implicando una desaceleración económica que puede afectar a muchos puestos de trabajo. Lo podemos considerar como un punto de inflexión para reflexionar y replantarse muchas de las cosas que estamos haciendo y demostrar que podemos adaptarnos a otra forma de vivir y hacer las cosas.
Recordemos más que nunca en este Día Internacional de la Madre Tierra que necesitamos un cambio hacia una economía más sostenible que funcione tanto para las personas como para el planeta.
La importancia de la biodiversidad para los humanos
El brote de coronavirus representa un riesgo enorme para la salud pública y la economía mundial, pero también para la diversidad biológica.
Los cambios que estamos provocando en los espacios naturales y la biodiversidad que convive en ellos, afectan al funcionamiento de los ecosistemas y pueden ocasionar alteraciones importantes de los bienes y servicios que estos proporcionan. Los vínculos específicos entre la salud y la biodiversidad incluyen posibles impactos en la nutrición, la investigación sanitaria y la medicina tradicional. Además, la biodiversidad de especies puede ser parte de la solución, ya que un ecosistema rico en diferentes especies dificulta la propagación rápida de los patógenos. Pero si rompen los ciclos naturales de los ecosistemas, el efecto es el contrario y se generan nuevas enfermedades infecciosas y cambios significativos en la distribución de plantas, patógenos, animales e incluso asentamientos humanos.
Esta grave situación se debe en gran parte a que muchas especies han perdido o padecen la fragmentación de su hábitat por la tala de bosques, la minería, la agricultura o incluso la expansión de las ciudades. La desaparición de un animal, afecta la cadena natural de todos los otros seres vivos con los que comparte su espacio, ya que se pierden funciones fundamentales que ofrece en un ecosistema, generando un efecto cascada que rompe con el equilibrio natural. Incluso repercute en nosotros, pues afecta nuestras condiciones de vida y nuestra alimentación.
A pesar de los esfuerzos actuales, la biodiversidad se está deteriorando en todo el mundo a un ritmo sin precedentes en la historia humana. Se estima que alrededor de un millón de especies animales y vegetales se encuentran actualmente en peligro de extinción. El 19 de junio de 2015 un grupo de investigadores de diversas Universidades –Stanford, Berkeley, Princeton y la UNAM–, encabezados por el biólogo mexicano Gerardo Ceballos, publicaron un artículo en donde demostraban que dado el ritmo con el que estamos deteriorando el planeta, nos estamos acercando a la sexta extinción masiva de las especies. A diferencia de las otras, ocurridas hace millones de años y provocadas por efectos naturales como meteoritos, volcanes y gases tóxicos, en esta ocasión el principal causante es un primate: nosotros, los “humanos”.
Ceballos señala que la situación es muy grave, aunque aún tenemos una pequeña ventana de tiempo para actuar, y además de aumentar las áreas de protección en zonas dominadas por el hombre, considera que es fundamental reducir el consumo, apostar por tecnologías verdes y frenar el crecimiento poblacional. Sin medidas internacionales con qué reducir el comercio de especies amenazadas y la pobreza en países en vías de desarrollo, no será posible proteger los hábitats naturales en peligro, ni la biodiversidad que resguardan.
Este Día de la Madre Tierra, coincidiendo con el Súper Año de la Biodiversidad, se centra en el papel de la diversidad biológica como indicador de la salud de la Tierra. Estos días de encierro y reflexión pueden ser una buena excusa para pensar en la forma de vida y consumo en la que estamos inmersos. Es fundamental romper con ese ciclo lineal de extracción, comercialización, utilización, contaminación y desecho de los recursos como si fueran inagotables. Enfoque que ha permitido el derroche, la sobre explotación y la degradación de las fuentes naturales. Sin lugar a duda, tenemos que seguir aplicando la creatividad humana para encontrar mejores prácticas en donde se apliquen modelos circulares, reintegrando procesos de la naturaleza para aprovechar al máximo los recursos y reutilizarlos las veces que se posible, evitando su desperdicio y desecho. De este modo aumentará nuestra resiliencia a los efectos del cambio climático y daremos pasos gigantes para conserva la biodiversidad y preservar la vida en el planeta.