Hacer uso de la infraestructura existente para aprovechar el agua de lluvia representa beneficios:
Sociales, al recuperar las reservas hídricas, a la vez que se evitan inundaciones.
Ecológicos, al proteger las cuencas y evitar la contaminación de las fuentes de agua.
Económicos, al generar ahorro y reducir los riegos provocados por el exceso de escurrimientos.